El telediario perjudica su salud
Las noticias son al cerebro lo que el azúcar es al cuerpo
Juan-M. Dupuis
Una idea interesante desarrollada por Rolf Dobelli es que la
acumulación de noticias informativas que nos llegan perjudican la salud.
Hacen que nos volvamos más temerosos y agresivos y disminuyen la
creatividad y la capacidad de reflexión. Si deja de leer los periódicos por
completo, se sentirá más feliz. Está demostrado.
Las noticias son al cerebro lo que el azúcar es al cuerpo. Son fáciles
de tragar, y nos facilitan pequeños bocados de placer, no requieren ningún
esfuerzo, pero nos acaban perjudicando. Aunque parezca que simplemente nos
mantienen informados, las “noticias” nos llenan el cerebro de hechos que
carecen de utilidad práctica o teórica alguna para nuestras vidas, que se
escapan de nuestro ámbito de acción y que, a menudo, no nos conciernen en
absoluto.
Por eso, y a diferencia de lo que ocurre al leer libros, podemos
llegar a tragarnos una cantidad ilimitada de titulares, como si de caramelos
multicolores para el alma se tratase.
Las noticias son tóxicas
Analicemos un ejemplo: un coche pasa sobre un puente y el puente se
viene abajo. ¿Cómo abordará la prensa la noticia? Si el conductor sale con
vida, puede estar seguro de que será el primero en tener la palabra en el
telediario de las nueve. ¿Por qué? Porque es algo excitante para el espectador,
el cual va a llegar a sentir todo tipo de emociones fuertes al escuchar el
testimonio (adónde se dirigía el conductor, en qué estaba pensando, lo que
sintió...), y también porque para el periodista es una información fácil,
rápida y barata de producir. La información más útil que se habría podido
extraer de lo sucedido sería la solidez del puente, su estructura y el riesgo
de que algo semejante ocurriese en otro lugar. No obstante, eso es algo
demasiado complicado de analizar y explicar en “las noticias”.
El peligro de la información que nos facilitan de ese modo es que
falsea nuestra apreciación del riesgo. Por ejemplo, y por culpa del
protagonismo que tienen unas u otras noticias en la prensa y los telediarios,
se sobreestima el riesgo de morir en un atentado terrorista y, sin embargo, se
subestima el de morir por estrés crónico. De igual forma se sobrestima la
felicidad que crea el hecho de ser rico y se subestima la posibilidad de
arruinarse la vida por elegir mal al cónyuge.
El abuso de noticias es realmente tóxico para nuestro cerebro, y el
único modo de protegernos sería dejar de consumirlas por completo.
No es posible actuar de forma racional ante las imágenes emitidas en
los medios de comunicación. Ver cómo se estrella un avión nos marcará tanto que
no podremos evitar pensar en ello la próxima vez que nos subamos a uno,
independientemente de cuál sea la probabilidad real de que algo así nos ocurra.
Las noticias son inútiles
“De entre las 10.000 noticias que haya leído o escuchado en los
últimos doce meses, cite una que le haya ayudado a tomar una decisión más
acertada con relación a su vida privada o profesional”, dice Rolf Dobelli.
Efectivamente, el consumo de noticias no tiene ninguna utilidad
práctica. Mientras que nuestro cerebro necesita hacer un esfuerzo para asimilar
las cosas que tienen alguna utilidad, sin embargo no hace ningún esfuerzo para
absorber algo que es simplemente “nuevo”.
Nos hacemos ilusiones al pensar que por acumular un gran número de
noticias en nuestro cerebro, llegaremos a entender el mundo mejor. Y ocurre lo
contrario. Todo lo importante que debemos saber sobre la vida no está en las
noticias, sino que surge lentamente de nuestras propias reflexiones.
Así es en el caso de la vida personal, pero también en el de la
profesional. Si estar al corriente de las noticias fuese relevante para nuestra
trayectoria profesional, los periodistas que elaboran esas noticias se encontrarían
en la cima de la pirámide. Y no es el caso.
Y la razón es que las noticias no hacen que reflexionemos, ya que lo
único que hacen es ayudar a consolidar nuestros prejuicios. Para reflexionar
necesitamos concentración, lo que requiere que no nos interrumpan. Sin embargo,
las noticias están especialmente diseñadas para interrumpirnos.
Si le interrumpen constantemente mientras está reflexionando, sus
ideas permanecen en la memoria a corto plazo, sin ninguna posibilidad de que se
integren en la memoria a largo plazo, que es precisamente donde se almacenan.
Tales interrupciones permanentes no ocurren solamente en los canales
de información 24 horas, con sus incesantes titulares sobre todo y sobre nada
al mismo tiempo. También los artículos de los sitios informativos de internet
están hoy en día plagados de enlaces, de manera que mientras lee el texto, su
atención se desvía del tema.
Investigadores canadienses han demostrado que por el simple hecho de
que el texto contenga enlaces, el nivel de comprensión disminuye, pues su
cerebro se ve constantemente distraído al tener que tomar la decisión de hacer
o no hacer clic en ellos, lo cual provoca que se desvíe del tema.
Todo ello explicaría la impresión de perder la memoria y la capacidad
de concentración, una sensación ampliamente extendida hoy en día entre las
personas más jóvenes.
Las noticias envenenan el cuerpo
Las noticias activan de forma constante el sistema límbico del
cerebro. Las catástrofes que se nos anuncian en los titulares todos los días
liberan altas cantidades de glucocorticoides (cortisol). Esto altera el sistema
inmunitario y reduce la producción de la hormona del crecimiento, que se
encarga de regenerar el organismo. Las noticias pueden, por sí solas, someter a
una persona con una vida (real) tranquila a una situación de estrés crónico.
Los altos niveles de glucocorticoides perjudican la digestión, reducen
el crecimiento de las células de la piel, del pelo y de los huesos, aumentan el
nerviosismo y hacen más proclive a las infecciones. Puede llegar a sentirse
temeroso, agresivo y reducirse su campo de visión.
Las noticias funcionan como las drogas. De forma más o menos
consciente, estamos al tanto de numerosos temas, desde el caso Bárcenas hasta
la situación de Venezuela tras Hugo Chávez, pasando por los despidos colectivos
y cierres de empresas que se producen cada día en estos tiempos. Y los medios
de comunicación nos tientan constantemente para que queramos saber “qué pasará
después”.
Los científicos antes pensaban que los cien mil millones de neuronas
del cerebro estabilizaban sus conexiones en la edad adulta. Hoy en día sabemos
que no es así. Las células rompen constantemente las conexiones viejas para
crear nuevas. Cuanta más información consumimos, mayor es el número de circuitos
neuronales dedicados a las tareas superficiales y menor es el número de los que
se encargan de las reflexiones profundas. La mayoría de los consumidores de
información, incluidos los que solían ser ávidos lectores, han perdido la
capacidad de leer artículos extensos y libros. Tras unas cuatro o cinco
páginas, se cansan, se aburren, su concentración desaparece, necesitan
moverse... o directamente se duermen. La razón no es que hayan envejecido o que
tengan cosas más importantes que hacer; es que la estructura física de su
cerebro ya no es la misma.
Otro efecto particularmente lamentable de las noticias es que nos
ahogan con sucesos respecto a los cuales no podemos hacer nada. Al escuchar
historias sobre las catástrofes varias que asolan todos los rincones del mundo,
nos volvemos pasivos y nos vemos sumergidos en un estado de ánimo negativo,
pesimista, fatalista, pudiendo incluso perder toda capacidad emotiva o de
compasión hacia los demás, así como la ilusión por el futuro.
Otra víctima colateral de las noticias es la creatividad. “No conozco
ningún espíritu creativo que haya devorado noticias; ni escritores, ni
compositores, ni matemáticos, ni físicos, ni científicos, ni músicos, ni
diseñadores, ni arquitectos ni pintores. Por el contrario, conozco cantidad de
personas enfermizamente estériles que consumen noticias como si de una droga se
tratase”, observa Rolf Dobelli.
Todo ello no quiere decir que en este mundo no necesitemos
periodistas. Todo lo contrario, son necesarios para dar a conocer los hechos
más importantes relacionados con nuestro destino común, tanto a nivel local
como a nivel mundial. Por lo tanto, no se trataría de dejar radicalmente de
estar informado, ni de vivir a espaldas de lo que pasa en el mundo. De lo que
se trata es de no volverse adicto a la información (algo a lo que ha
contribuido internet, que ha hecho que si no estamos al tanto de lo ocurrido en
el minuto anterior, nos sintamos desinformados). Y desde luego, la única manera
de entender mejor el mundo que nos rodea es leer artículos de investigación
extensos y libros.
¡A su salud!
Fuentes
"News is bad for you – and
giving up reading it will make you happier",The Guardian,12.04.13
Rolf Dobelli, "Die Kunst des
klaren Denkens", 2011.
Nicholas Carr, "The Web
Shatters Focus, Rewires Brains", 24.05.2010
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